La Familia de Origen

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Un gran número de personas que deciden demandar ayudar terapéutica lo hacen guidados por la necesidad de modificar alguna conducta que se ha instalado en sus vidas y que de un modo u otro está dificultando el avance y desarrollo de sus relaciones familiares, amorosas, laborales…


Son personas que no se rinden con facilidad y que han intentado y empleado herramientas y recursos con los que cuentan para cambiar esas dinámicas, sin embargo, ven como de nuevo y con la sensación interna de no poder evitarlo, se repiten una y otra vez, las mismas situaciones conflictivas que limitan sus vidas.

Los párrafos que siguen a continuación quizás puedan aportar claridad a algunas de estas circunstancias.

Todos pertenecemos a una familia, a una cultura, a un territorio, a un colectivo que cuenta con su propia y determinada historia. La gran mayoría del repertorio de nuestras conductas y formas de relación están condicionadas por los hechos que sucedieron en nuestro sistema familiar dentro de su contexto cultural y social. Estos hechos que nos llegaron en forma de historias, de mandatos familiares, de mitos, definen nuestros comportamientos y determinan nuestros vínculos, independientemente de que sean o no la verdad objetiva.

De forma inconsciente asumimos roles y reproducimos patrones de comportamiento con el deseo último de restaurar el equilibrio familiar.  Así, vengamos, paliamos, imitamos  o tratamos de  vencer estos hechos que quedaron sin reparación y que, desde entonces, han sido como una “asignatura pendiente”, pasando de una generación a la siguiente.

Esta máxima se cumple en todas las familias se tenga o no conciencia de ello y se necesite o no la intervención terapéutica. No en todas las familias se muestran síntomas de forma que les impulse a solicitar esta intervención.

Estemos o no de acuerdo, es un hecho inevitable que todo aquello que ha ocurrido en nuestra familia, junto a nuestras experiencias más individuales, conforman nuestra identidad.  Desde que nacemos, e incluso antes, empezamos a sentir, a percibir, a formarnos y a construirnos, en función de los mensajes verbales o no verbales explícitos o implícitos que recibimos dentro del seno familiar. Son mensajes que acabamos adoptando como nuestros valores y creencias más profundas, sólidamente arraigadas mediante la lealtad, inherente al ser humano, que profesamos a nuestro clan.

Análisis del sistema familiar, conceptos básicos e intervención


La gravedad de las consecuencias de los hechos ocurridos en una generación determinará la posición o la actitud de los familiares frente a estos hechos concretos.

Supongamos el caso de una familia en la cual alguno de sus miembros cometiera algún acto delectivo. La postura de este sistema familiar tenderá a mantener el secreto de lo ocurrido, el pacto de silencio implícito y la ocultación de los acontecimientos, siempre con la esperanza de que al dejar de nombrarlos desaprezcan y dejen de ser un estigma o un motivo de vergüenza o exclusión para la familia o para alguno de sus componentes. Es inevitable, que, como humanos mantengamos la fantasía de que si algo no es nombrado no existe, como parte de la negación que necesitamos mantener antes de enfrentarnos a la realidad o al conflicto.

En otras ocasiones acontece lo contrario, la mención o relato continuo de algún hecho, que igualmente tuvo consecuencias  dolorosas e injustas hace que continuamente, incluso de una generación a otra,  se refuerce y se renueve la necesidad de “venganza” o reparación.  Sirva como ejemplo una familia cuyo alguno de los miembros fuera víctima de asesinato.

En ambos casos esto implica una carga para las generaciones  siguientes. (Iván Boszormenyi Nagy, Bert Hellinger, Anne Ancelin Schützenberger)

Desde el Modelo Clínico Integrado se propone la investigación, el análisis y la intervención del sistema familiar al que pertenecemos. Es una  forma de desactivar las influencias de los conflictos transgeneracionales no resueltos, los cuales pesan y condicionan  nuestras experiencias actuales y  nuestro desarrollo como personas individuales y relacionales.

La herramienta que utilizamos para iniciar la investigación y análisis es la construcción del genograma, esto es, la realización de un árbol genealógico que, conteniendo información del sistema familiar, permita establecer la relación entre un síntoma presentado y los patrones familiares o los hechos históricos sucedidos en el mismo sistema. Abarca al menos tres generaciones como datos considerados imprescindibles, aunque si se tiene información de los bisabuelos  son de mucha utilidad, ya que en la gran mayoría de los casos puede encerrar  algún dato importante que generó un comportamiento de  los abuelos –tercera generación-  y de los padres –segunda generación-.

El genograma “per se” no es una forma de terapia sino el trabajo consistente en comprender cómo nos hemos ido configurando.

Su utilidad reside en la precisión y rapidez del diagnóstico, que se establece desde el principio en un mapa muy claro. Si el conflicto que genera los síntomas objeto de la demanda terapéutica, tiene relación con algún hecho histórico significativo, el genograma revelará esta relación así como su transmisión a lo largo del tiempo y de una generación a otra.

Una vez se dibuja el genograma y se identifican los hechos sucedidos que se dan en una generación y que se repiten en las siguientes,  se interviene terapéuticamente para desactivar los focos emocionales que mantienen el síntoma.

La intervención desde el Modelo Clínico Integrado (MCI) se hará teniendo siempre en cuenta los aspectos siguientes:

El trabajo corporal  a través de técnicas procedentes de bioenergética y de la respiración holotrópica.

Los patrones de relación que establecemos contemplando la circularidad o bidireccionalidad de éstos, es decir, el análisis de la relaciones teniendo en cuenta todas las posturas para una mejor comprensión de lo que subyace en un conflicto, que no siempre es lo más visible (Paul Watzlawick).

La contemplación de la dimensión transgeneracional, que es la que permite un diagnóstico más certero y la posibilidad de intervenir de manera más eficaz y más directamente sobre el núcleo del conflicto presentado.

Para la construcción del genograma se tendrán en cuenta, como mínimo, los siguientes hechos  históricos significativos:

Los hijos nacidos muertos o alrededor del nacimiento que con frecuencia son excluidos del sistema
Abortos
Ruinas económicas
Muertes traumáticas (por accidentes o por enfermedad en personas jóvenes o niños)
Hechos de guerra (fusilamientos, encarcelamientos, exilios, participación en el frente, denuncias…)
Separaciones, divorcios y segundas nupcias
Hijos fuera del matrimonio
Abusos sexuales o físicos e incestos
Asesinatos (padecidos por la familia o perpetrados por alguno de sus miembros)
Conflictos por herencias
Las adopciones (En la gran mayoría de los casos donde se ha dado un conflicto con hijos adoptados, tiene que ver con el “olvido” por parte de la familia adoptiva de la importancia y la presencia de la familia biológica o de origen del hijo tomado en adopción. En la construcción del genograma deben figurar los padres biológicos, de lo contrario el propio terapeuta ya estaría haciendo lo mismo que la familia que presenta el conflicto con el hijo adoptivo, es decir, “olvidando” a la familia biológica, imprescindible para resolver el conflicto que se presente)
Las parejas significativas de algunos de los miembros de cualquiera de los matrimonios del sistema en análisis
Los amantes, en principio, cuando se tiene conocimiento explícito de ello.

La identificación y elaboración de las emociones bloqueadas como consecuencia de experiencias traumáticas no resueltas. Se da mucha importancia y espacio a la expresión de éstas y en especial  a los duelos, por las consecuencias que tienen en las siguientes generaciones.

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