DE LO INDIVIDUAL A LO SISTEMICO.
DE LO SISTEMICO A LO TRANSGENERACIONAL.
Nadie puede llevar a otro más allá de donde el mismo llego.
C, G, Jung
Trabajar con lo transgeneracional, supone para el terapeuta tener la garantía de abrir el espectro de posibilidades de intervención y solución de conflictos de una forma clara, rápida y eficaz, por supuesto, sin dejar otro tipo de intervenciones en otros artículos expuestos.
La experiencia nos muestra que lo ocurrido en generaciones anteriores va a influir, necesariamente en la actualidad bien plasmándose en forma de conflictos relacionales de pareja, entre padres e hijos etc. o bien en forma de síntomas de diversos tipos tanto emocionales como psicosomáticos y orgánicos.
Nagy* habla de las cuentas pendientes que las generaciones posteriores pagan para saldar asuntos inconclusos de los antecesores, padres abuelos…. y Hellinger* en un despliegue de exuberante creatividad, muestra tangiblemente de una forma experiencial, visual y cuasi-mágica todo lo que nos contaron sus precursores, hundiéndose de forma magistral en las raíces más profundas del ser humano y por ende del núcleo familiar, mostrándonos como determinados temas que nos acompañan todavía hoy en nuestras vidas tienen su origen en imágenes, mitos, valores y leyendas que nos fueron transmitiendo de forma no siempre consciente. De aquellos hechos significativos que vivieron nuestros padres, abuelos…
“Cuando tuve a mi primer hijo, experimente un miedo tremendo al parto, era una angustia tan amplificada y exacerbada que creí no ser capaz de alumbrarlo y sobrevivir al parto. Solo años después, al escrutar en mi interior e indagar sobre mi familia de origen, todo empezó a cobrar sentido para mí y entendí el significado de dicho pánico. La primera mujer de mi abuelo materno había muerto de parto dejando una primera hija de esa relación. Más tarde mi madre, cuando yo tenía 12 años, había muerto embarazada. Y yo, después de mi primer hijo tuve un aborto espontaneo, este último, (pues anteriormente había tenido otro también espontaneo), se complicó de tal forma que “siguiendo la tradición de las mujeres de mi familia”, estuve a punto de perder la vida. Fueron años de angustia y deseo, angustia y miedo a perder mi vida, que era lo más preciado, junto con el gran deseo de ser madre y tener a mi primer hijo en mi regazo, años después cuando nació mi hija aborde el parto con mayores recursos, fue un parto, fácil, consciente y vivido por mi como algo irrepetible y mágico.
Nadie me había dado esta información, pero pude entender que lo que no se explicita, los hechos significativos que ocurrieron en nuestra familia, y sobre todo los no dichos, los silenciados, queda grabado en el inconsciente familiar, (“hay un alma en el clan que vela por hacer justicia, de aquellos que fueron excluidos, olvidados, no recordados de los que no tuvieron su lugar”) (Hellinger). No se había hablado nunca de esa primera mujer de mi abuelo y apenas de la hija (es de decir la hermana perdida de mi madre), tampoco del embarazo de mi madre corriendo la misma suerte de esta primera mujer, pero mi cuerpo si lo sabía, el sí que guardaba celosamente esa información y como si de alguna manera yo fuese la” encargada” por el clan de recrear, denunciar, la muerte de esas dos mujeres, Sentí en mis entrañas, en mis huesos y en mi piel aquello que debieron sentir estas dos mujeres, aunque, afortunadamente para mí no corrí la misma suerte.
Todo lo que no quiero ver conscientemente aparece en mi vida como destino.
Jung
Todo lo que un terapeuta ha transitado en su recorrido por su vida es el mayor y mejor bagaje que puede ofrecer a quien va a pedirle ayuda, los terapeutas somos seres humanos, con una historia familiar, con unas experiencias de vida y con una idiosincrasia que va a condicionar nuestra “forma de hacer terapia”, obviamente no somos tablas rasas, pero tener esto siempre presente con una buena dosis de humildad es una gran receta para prevenir el integrismo y la ceguera, la arrogancia que a veces de buena fe, pero no siempre acertadamente, hace que nos sintamos en posesión de la verdad absoluta,(Procusto* cortaba o estiraba a cada visitante que llegaba a su posada para hacerlo a su medida) por eso es fundamental, revisar y supervisar la terapia al menor atisbo de que algo va mal, o no avanzamos, es algo que por honestidad nos debemos a nosotros mismos y como no a las personas que vienen a consultarnos. Otra forma de no atascarnos o “casarnos” con nuestras propias ideas es haber pasado uno mismo por su propia revisión interna o psicoterapia (incluido la familia de origen) si soy consciente de mis propias emociones de mis propios patrones, de mi historia será más difícil proyectar o quedarme atrapado con determinados vínculos con la persona que tengo enfrente.
A lo largo de más de 15 años supervisando casos clínicos y dirigiendo grupos de formación de terapeutas, he observado que, a menudo, cuando nos bloqueamos al tratar con una familia, pareja o persona, siempre tiene relación con algún tema que ocurrió en nuestra familia de origen y no hemos resuelto convenientemente. Pueden servir los siguientes ejemplos para ilustrar lo anteriormente expuesto: Si en la familia del terapeuta hubo violencia o maltrato, y este no es consciente de que esto resuena en él/ella le costara mucho más mantener la equidistancia para poder mediar o intervenir ante una pareja con esquemas violentos. Puede que se angustie o se enfade con alguno de ellos o con ambos, sin ser del todo consciente que en la propia terapia puede sentir aquello que sintió ante sus propios padres, en este momento el terapeuta entra a formar parte del sistema de la familia o pareja que tiene enfrente y como se ira vislumbrando también de su propia familia (la del Terapeuta).
Si este tuvo un abuelo/a infiel el terapeuta no consciente, ante una familia o pareja que presente infidelidades revivirá emociones, juicios, prejuicios que interferirán en el buen desarrollo de la terapia, Si hubo incestos, quizá los obvie, y no sea capaz de ayudar a la persona a dar a luz aquello que se “atraganto”, que se “indigesto” y lleva años, generación tras generación dañando al sistema familiar, como un cáncer silencioso va carcomiendo los vínculos las relaciones, los cuerpos y las almas tanto de victimas como de victimarios, (al fin todos victimas). (Véase C, madanes)*
Recuerdo hace años cuando trataba a alguna mujer que había tenido abortos o alguna familia en que en el árbol había mujeres que murieron de parto, llegaba a casa, en aquel momento sin saber por qué, con un fuerte dolor de cabeza, quizá el dolor hiriente de esas dos mujeres no lloradas por mí. Olvidadas.
Ahora ofrezco estas reflexiones, a todos los terapeutas, hombres y mujeres (los hombres, a veces los olvidados, también sufren la muerte de sus mujeres e hijos, también el sufrimiento y la carga de que la que es su mujer muera en el parto).
A todos los hombres y las mujeres de mi familia, las que fueron, son y serán y sobre todo a mi nieta. Espero y estoy convencida de haber servido, por la parte que me corresponde, de correa de transmisión, de agua purificadora, que allane sus caminos.
Con amor.
María José Simón.
Psicóloga Clínica.
Terapeuta de familia.
Creadora del MCI.
*Procusto: Personaje de la mitología griega, hijo de Poseidón.
*C, Madanes, Sexo, amor y violencia. Ed. Paidós Terapia Familiar.
*Nagy, B. Lealtades invisibles.
*Hellinger, B. Órdenes del amor. Ed. Herder.